
Hola señor o señora lector (a), estoy ebrio, son las 6:36 am..a esta hora normalmente sueño. Mis sueños son entretenidos para mi, probablemente no para quien lee, eso me importa una raja. Escribir ebrio tiene una ventaja, es un gesto literario maldito y se agradece. Una chica que conocí por ahí escribia volada y todo lo justificada en esa condición, como si la condición cannábica fuera una condición de máxima impunidad. Prefiero la lucidez impúdica. Ahora que escribo declaro la importancia de los buenos diálogos, diálogos con malvaditas, diálogos con demonias, diálogos con longis femeninas..todo el verbo de la calle, todo el verbo desatado, sin pedir permiso, como cuando se camina por la calle a poto pelao, sin pedir ni dar explicaciones a nadie.
Un ebrio deambula como marino por la mar, sin referencias, pero con todo ese conocimiento de una mar a ratos tierna a ratos salvaje..asi me siento ahora, practicando la escritura salvaje. Lo salvaje es la no premeditacón, el no cálculo. Deeambulo, pensando en musas de mares inciertos, de mares desconocidos, donde ellas exhiben sus cuerpo alados, sus cuerpos húmedos, sus cuerpos marinos.
Esto no tiene norte ni sur ni este ni oeste, sólo un estar ebrio, un estar donde las letras se pierden en medio de las ebrias corrientes marinas. El olor marino es parecido al olor a una mujer que me conmueve, huelen a esencias marinas y lo adoro, adoro ese olor, tan intimo, tan profundo.
Las mujeres vuelan, se arrepiente y vuelven a volar, asi son las mujeres y las adoro, adoro esa incertidumbre que dibujan tras su pasar, tras su devenir.
Divago como ebrio que estoy, en estado de ebridez..divago, divago y eso me provoca cierto placer, el placer de divagar en medio de la mar.